El Museo de los Héroes

Hoy ha muerto el emigrante rumano que se prendió fuego frente a la subdelegación del Gobierno en Castellón. Las televisiones han aprovechado ese triste desenlace para emitir por enésima vez la secuencia completa en la que se ve su cuerpo devorado por las llamas, con la convicción de que repitiendo una vez más ese macabro espectáculo podrían arañar unas décimas más de audiencia. Un paso más en ese largo camino por el que los informativos de televisión llevan tiempo convirtiéndose en un escaparate sensacionalista de imágenes impactantes, amarillismo, obsesión futbolística y banalidad. El espectador de televisión ya difícilmente puede aspirar a ser informado cuando los telediarios hace tiempo que se convirtieron en un programa de entretenimiento más. La última víctima de esa tendencia son los informativos de Telecinco: convertidos con entusiasmo al modelo circense y vacío que practica desde hace tiempo Antena 3, su caso es especialmente sangrante, porque todavía queda cercana en el recuerdo la etapa de Juan Pedro Valentín, que al margen de sus errores y aciertos, tenía el mérito indiscutible de apostar por un periodismo más serio y comprometido que la parodia que ahora se practica bajo el mandato de su sucesor, Pedro Piqueras.

Los paseos de De Juana, la ilegalización de partidos o la corrupción urbanística dominan estos días los titulares de la prensa. Un lector distraído podría pensar que son los asuntos fundamentales de estos días. Pero sería un gran error. Mucho más crucial para el futuro de nuestra sociedad es el lanzamiento en DVD de "Arena en los bolsillos", una película tan tediosa que algunos espectadores ya han pedido la ayuda de Protección Civil para protegerse de sus devastadores efectos.
Falsa, absurda, previsible y plana. Perfecto ejemplo de todos los peores vicios de ese subgénero frecuente en el cine español: películas sociales, "de barrio", que no se las cree nadie y que emocionan menos todavía. Los actores naufragan en un conjunto dominado por los tópicos más manidos, sin que falten el adolescente conflictivo, la mujer maltratada, el taxista facha y el inmigrante que busca su destino. Como se ve, el director no se ha ahorrado ni un solo lugar común, y además los ha orquestado con una preocupante falta de ritmo o interés.
Si es de noche y vais por un callejón mal iluminado y al volveros descubrís que esa película os sigue... ¡corred! ¡Corred, por lo que más queráis!

Etiquetas: aburrimiento, Cine, críticas

La Cadena Ser es la emisora más influyente de la radiodifusión española. Según el Estudio General de Medios, es también la de más audiencia. Esa posición de dominio se ha mantenido a pesar de los muchos cambios que se han producido en el panorama radiofónico. Sin embargo, sería un error suponer que la SER ha salido indemne de la batalla campal que desde hace años se libra en las ondas. No ha perdido su audiencia, es cierto. Ha perdido su credibilidad, y eso es mucho más difícil de recuperar. Sus boletines mezclan sin reparo información y opinión. En contra de un criterio básico de relevancia informativa, a menudo se da más importancia a las bravuconadas de la oposición que a las medidas –acertadas o no- del gobierno. En las tertulias, se repiten opiniones tan uniformes que el resultado es una aburrida reiteración de lo mismo. La parcialidad es tan evidente que resulta sonrojante incluso para quienes se encuentran próximos a la línea ideológica de la emisora.
Se dirá que esa clara toma de posición está motivada por la radicalización del discurso conservador más rígido y arcaico que se ha apoderado de los micrófonos de la Cope. Incluso en ese caso, es una estrategia claramente equivocada. Tomar partido de una forma descarada como lo hace el adversario es adjudicarle su primera victoria, porque en el camino la Ser se juega su prestigio y la confianza de quines la escuchan. Otras radios pueden permitirse adoctrinar a sus seguidores; la Ser debería conformarse con informar a sus oyentes, antes de que huyan buscando la imparcialidad y el análisis que cada vez son más difíciles de encontrar en las ondas.

Rara vez los periódicos publican lo que todavía no ha sucedido.
Ese es el único motivo por el que la mayoría aún ignora la magnitud del desastre.

Es fácil derribar la compleja arquitectura del tiempo.
Basta con robar cada día el minuto apropiado.

A veces, en el metro, Martín sonríe.
Piensa que ha encontrado el orden subyacente.

En tierras de Escandinavia cien años de sabios inviernos han desarrollado el arte de esculpir en los lagos superficies perfectas, en las que el deslizamiento no es ya un deporte ni un entretenimiento, sino una forma gélida de iluminación.
-Escribiré una novela –me dice Velasco- por cuyas páginas los lectores se deslizarán suavemente, como los felices patinadores de esos lagos helados.