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miércoles, diciembre 15, 2004

Jugando a los detectives

En este Museo nos dedicamos –entre otras muchas cosas- a estudiar el carácter del Héroe y extraer ciertas conclusiones. Circunstancias de la actualidad nacional nos han hecho hoy recordar a uno particularmente cínico e insobornable…

Uno de los motivos del éxito de las investigaciones de Philip Marlowe –además de la indiscutible pericia literaria de su creador Raymond Chandler- es una férrea distribución de papeles. Hay siempre un detective, irónico e implacable; una mujer fatal, rubia y sin escrúpulos; un malvado, ambicioso y frío; varios secuaces estúpidos y sanguinarios; generalmente un viejo millonario en apuros, etc. La intriga funciona con precisión y al final de la novela el detective descubre toda la verdad y, si es preciso, acaba besando a la chica. Una lógica irrebatible.

En España, las comparecencias de políticos en la comisión del 11-M han producido un nuevo modelo que podría ser un hallazgo para innovar el género policíaco. Los políticos se han puesto a investigar sobre sí mismos y no solo no han descubierto nada, sino que han enredado las cosas más todavía. Muchos de los que en la comisión se han presentado como investigadores estuvieron implicados directamente en algunas de las actuaciones más dudosas que tuvieron lugar en aquellos días. Es como si Philip Marlowe en "El sueño eterno" fuera a la vez el malo, el que contrata al detective y el detective mismo. Así no se hace ni una buena novela ni una buena investigación. A nadie tiene que sorprender pues que la comisión del 11-M haya resultado como indagación un fracaso y como historia un folletín que no llega ni a la ínfima categoría de un pulp.

Está claro que quien organizó la comisión del 11-M no es aficionado a la novela negra ni a la lógica procesal. Ambas establecen que quién tomó parte en los hechos no es el más indicado para dirigir su investigación. El respeto de una norma tan simple nos habría ahorrado el inútil aburrimiento de interminables horas de barullo y acusaciones cruzadas. Para dar mítines ya están las plazas de toros. Y para resolver una investigación, los profesionales independientes.

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