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miércoles, abril 06, 2005

Hogar, dulce hogar

Recorremos los pasillos del Museo después de algunos días en que lo hemos frecuentado menos. Vemos en los rincones la labor de las arañas, y en el aire motas de polvo que al sol de los ventanales forman constelaciones. Reconocemos en esos signos los puntos suspensivos del tiempo que ha pasado. Pero algo ha salvado al Museo del abandono al que lo había abocado nuestra pereza temporal. Las visitas de los curiosos que con su presencia han mantenido abiertas sus puertas y cálidas las salas. Ellos han hecho que al volver nos encontremos de nuevo en casa.

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