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domingo, mayo 01, 2005

Vidas paralelas

Rainiero y Juan Pablo II han encontrado su final en el mismo aciago mes de abril que ahora termina. No es lo único que han tenido en común. Ambos regían estados de un tamaño insignificante, que se han agrandado ejerciendo inteligentemente la especialización.
Mónaco fue pionero de dos industrias hoy en día muy en boga: la del corazón y la de la contabilidad creativa. Ambas se basan en la creación de una fantasía calculada y no es de extrañar que encontraran inmejorable acomodo en una tierra en la que, como si de un cuento infantil se tratara, gobiernan descendientes de corsarios.
Otro tipo de fantasías habitan desde hace siglos en la colina romana en la que se erige el Vaticano. El catolicismo tiene sobre otras industrias la ventaja de la longevidad. La estabilidad de la marca, que dicen ahora los economistas, tiene para muchos consumidores un valor insustituible.
Como sucede siempre para quienes regentan las grandes empresas, el relevo se ha producido de una forma ordenada y previsible. No obstante, no hay que perder la esperanza en el cambio, que a menudo ofrece alguna ventaja, aunque sea mínima. Es posible que podamos todavía disfrutar de algunas curiosidades, como la de ver a un príncipe libertino, soltero y probablemente homosexual encabezando la otrora rancia portada del “Hola”. O la de descubrir que, comparado con su sucesor, Juan Pablo II era un papa mundano y progresista.


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