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domingo, febrero 27, 2005

Parecidos razonables

Al margen de sus muchas diferencias, a Jose María Aznar y Felipe González les une esa típica actitud de las personas que tienen una elevada opinión de sí mismos. Les cuesta creer que puedan llegar a equivocarse (sus motivos tendrán). Ambos confundieron –sobre todo al final- el criterio con la obstinación. Ese defecto les ha impedido, llegado el momento, caer con elegancia.

No es por tanto casual que Zapatero, un hábil expendedor de cambios, pidiera humildad a sus compañeros de partido cuando ganó las elecciones. Tampoco debe serlo que desde entonces las rectificaciones hayan llenado las portadas de los periódicos. La estabilidad de criterio no se cuenta entre las virtudes de este gabinete. Aun así, algunos todavía no echamos de menos la arrogancia. Que un gobierno se equivoque es molesto, pero que además persista en el error y se niegue a reconocerlo es rotundamente peor. En este país, para perfeccionar la estupidez, ya tenemos la televisión.

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